Encrucijadas del poder simbólico y las relaciones de poder en Fifteen million merits

Sobre el autor: Guillermo Carrillo Hernández, es estudiante de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, y cursó la materia Comunicación y Poder en la Escuela Ciencias de la Comunicación Colectiva en el segundo semestre del 2022.

Encrucijadas del poder simbólico y las relaciones de poder en Fifteen million merits

Introducción/conceptos principales
¿Acaso al día de hoy la pregunta por quién tiene en sus manos pseudodivinas el poder es pertinente? Como bien aseveraba Foucault en su producción de pensamiento, el poder ya no es más un insumo del cual se sirve el soberano para mutilar los miembros de un cuerpo en una plaza pública; en función de demostrar el monopolio que este tiene de las corporalidades que habitan su reinado. Al día de hoy, en los contextos biopolíticos contemporáneos, el poder se encuentra distribuido en territorios inhóspitos o bien inciertos para las personas que habitamos en estas sociedades. En función de lo anterior, haríamos bien entonces en indagar más que todo en las relaciones de poder, en vez de reflexionar metafísicamente o bien abstraídos en totalidad de nuestros contextos, sobre el mito del poder (aun cuando el mito nunca ha podido ser abandonado por nuestras cabezas pensantes y la metafísica al día de hoy tiene mucho que aportar en nuestras discusiones intelectuales).

Ahora bien, esto no significa que el poder soberano haya desaparecido. Autores como Agamben, por ejemplo, promulgan conceptos como el de nuda vida para dar cuenta de las reapariciones o bien resurgimientos del poder soberano en la coyuntura actual jurídica/estatal, es decir, las vidas que son desnudadas de la política en la actualidad son tratadas con el mismo despotismo soberano que empleaba el rey en el antiguo régimen feudal. Un ejemplo de esto, lo vemos en la explotación laboral indígena que tanto acecha a la sociedad costarricense, puntualmente en situaciones deplorables como las que vive la comunidad ngäbe, explotación que es posible por la simple y perversa razón de que estos cuerpos no tienen un reconocimiento político, o bien no son reconocidos como ciudadanos costarricenses. No obstante, aunque estas temáticas anteriores son de suma importancia para nuestro imaginario nacional, su abordaje sobrepasa los alcances de este modesto trabajo.

Por lo tanto, hemos de aclarar, que en este breve trabajo nos centraremos en el poder simbólico que expone Bordieu y cómo este se extiende a lo largo de las relaciones de poder que desarrolló Foucault en su reflexión política sobre el problema del poder. Recordemos que el poder simbólico puede resumirse a grandes cuentas como el capital social que tiene un Estado -el cual Weber va a definir como la institución que tiene el monopolio del uso legítimo de la violencia dentro de un territorio determinado (Bourdieu, 2001, p. 94). – para tener influencia política; influencia que se puede perder, transformar y masificar. Ahora que hemos sentado las bases conceptuales de este trabajo, sólo cabe decir que en función de delimitar el objeto de estudio del mismo, nos centraremos en la producción audiovisual Fifteen million merits para ubicar metáforas audiovisuales que nos ayuden a ilustrar al poder simbólico desplegándose a lo largo de las relaciones de poder.

Algunas reflexiones éticas del film que nos ocupa
A modo de contextualización del film que en esta ocasión nos ocupa sería enriquecedor resumir a grandes rasgos qué es lo que se nos presenta en el mismo. Este es un capítulo de la serie Black Mirror que fue estrenado en el año 2011. En el capítulo se nos presenta una sociedad distópica en la cual las personas están prácticamente obligadas a andar en bicicletas estáticas, debido a que esto les supone el reconocimiento de “méritos” que podríamos entender como una metáfora del dinero fiduciario de nuestra realidad. Otra actividad de la cual estas personas son ineludiblemente sujetas es la visualización electrónica-por llamarlo de alguna manera- o bien, televisión. Los méritos que son ganados por estas personas funcionan para ser intercambiados por comida, pasta de dientes y todo tipo de necesidades básicas, pero también para comprar accesorios electrónicos para sus avatares representativos en la red virtual. En el capítulo sólo se nos muestra un tipo de evento público que es precisamente el evento en donde se da uno de los discursos políticos más notables a mi parecer de esta serie, que al día de hoy pertenece a la plataforma de Netflix; el evento se llama Hot Shot y funciona de paso como una sátira de programas televisivos como X factor y American Idol.

Para este punto, ya podemos empezar dilucidar dónde es que se encuentran los componentes o bien problemas éticos en el film. Recordemos que la ética más allá de validar una moral hegemónica lo que busca más bien es indagar de manera racional en los juicios de valor y las formas de hacer de los sujetos que yacen en las sociedades. Dicho esto, podríamos hacer el esfuerzo por desprender algunos ejes temáticos del film que nos ocupa y que al mismo tiempo funcionen para la discusión ética. Uno de estos ejes temáticos que al menos para mí se manifiesta claramente, es la forma de convivencia de las personas que se presentan en este capítulo de Black Mirror.
La convivencia en este film es todo menos comunitaria. Para que un territorio sea considerado comunitario debe haber cuando menos una lucha compartida por el colectivo y lo que observamos en esta película no es más que un montón de corporalidades preocupadas por sus intereses individuales. Ahora bien, se podría caer en la trampa de pensar que el evitar engordar y ganar méritos para subsistir, es un objetivo común de esta comunidad que nos presentan en el film, sin embargo, habría que precisar por mor a la verdad, que estos objetivos psicopolíticos son prácticamente implantados en el imaginario de los personajes en detrimento de sus vínculos filiales; para convertirlos en máquinas o bien en energía sistemática al servicio del gobierno. Entonces ¿de qué manera se pueden implantar objetivos psicopolíticos que terminen adoctrinando a las corporalidades de un territorio para actuar a favor de los intereses de un Estado, aun cuando estos están en detrimento de su vida? Por medio del poder simbólico en efecto.

Las personas de este territorio distópico, de esta máquina de alienación económica, están no sólo atravesadas por relaciones de poder biopolíticas que terminan adoctrinando no sólo sus cuerpos sino además sus psiques; también, están atravesadas por una variedad de símbolos que terminan repercutiendo en los modos que estas tienen para relacionarse con los otros. Algunos de los símbolos que se pueden ubicar en el film son muy sugerentes e interesantes, pero antes de ir a estos, resulta imperioso dar cuenta de lo que estamos entendiendo por biopolítica más allá de la psicopolítica que es un término posterior a la producción de pensamiento foucaultiana. La biopolítica es uno de los grandes aportes de Foucault a la reflexión filosófica contemporánea, básicamente es una postura filosófica/política que busca reflexionar sobre los modos en que se gestiona la vida humana en los contextos políticos contemporáneos, así como los dispositivos que se ponen a favor o en contra de los objetivos de control de una población que emplea un determinado Estado. De más está decir que en la biopolítica se presupone que los territorios políticos actuales están cimentados en relaciones de poder. Esto queda bien representado en el film al ilustrarnos un lugar plagado por relaciones de poder asimétricas y actos de resistencia. Dicho lo anterior, ahora sí, pasemos a estudiar la estética del poder simbólico que se expone en Fifteen Million Merits.

Estética del poder vigente en la composición del capítulo que nos ocupa.
Los símbolos según Bourdieu (2001) “son los instrumentos por excelencia de la integración social, en tanto que instrumentos de conocimientos y comunicación” (p.92). El poder simbólico divide al pueblo en quienes lo ejercen y quienes lo sufren, a su vez supone un monstruoso instrumento para hacer ver, hacer creer y confirmar. Dicho lo anterior, ya podemos entender a los símbolos en un contexto biopolítico como instrumentos o aún mejor dispositivos al servicio de ciertos objetivos de gestión de un determinado Estado. Los símbolos tienen la particularidad de seducir la psique de las personas que integran un territorio biopolítico y lo hacen muchas veces sin que estas personas racionales lo sepan, es decir, los símbolos implantan formas de hacer, moralidades, seductoras que para quienes las padecen son pilares ineludiblemente constitutivos de sus realidades.

Para poder entender lo anterior con mayor soltura haríamos bien en ilustrar esta problemática con el film que nos ocupa. En Fifteen million merits se observa cómo hay variedad de símbolos que están al servicio del régimen biopolítico que acecha a todas las corporalidades del film. Las personas que se la pasan pedaleando tienen en frente una pantalla que sólo permite ciertas programaciones, dentro de las cuales se encuentra una lo suficientemente sórdida como para recordarle a les demás que deben mantenerse en forma. La obesidad en este contexto es deplorable no porque suponga un problema de salud como lo serían trastornos alimenticios tipo obesidad mórbida, sino porque este tipo de corporalidades no funcionan para la producción de energía que precisa este futuro distópico, una gran sátira a nuestro sistema capitalista de sobreproducción que precisa de corporalidades rentables ¿en qué sentido rentables? En el sentido de que de estas se desprenda una funcionalidad productiva, que de estas se produzca algo y en este caso es energía. Primer símbolo del poder simbólico del Estado biopolítico que impera en Fifteen Million Merits: la obesidad como símbolo de no productividad.

Mencionemos un par de símbolos más para introducir el último apartado de este ensayo. Hay un símbolo muy caricaturesco en el film que me parece que podemos atender con cierta profundidad. Para comenzar, podríamos referirnos a los avatares virtuales como símbolos de integración social. La lógica que estos evocan es: “lo importante es cómo yo me proyecte en la virtualidad, no tanto como yo me vea en la inmediatez social”. Los avatares tienen como objetivo dar una sensación de pertenencia de la red virtual (esto estoy segure que no es algo necesariamente negativo, pero una vez más se nos acaba el papel para atender estos temas), sin embargo, tienen como elemento contraproducente, la pérdida del cuerpo ¿Por qué significa tanto problema la pérdida del cuerpo? Bueno… porque el cuerpo es nuestro territorio de reconocimiento político. Es decir, “yo soy político”, es una aseveración que sólo tiene sentido si hay un cuerpo situado en un contexto social que busca ser reconocido. Para el régimen biopolítico que vivimos en la actualidad, sin cuerpo no hay sociedad, porque la sociedad presupone individualidades confrontadas constantemente por sus diferencias y es el cuerpo el que cumple este factor de singularización.

Ahora que hemos introducido la temática del cuerpo en el ensayo, en este breve escrito de los contenidos ético/políticos del film de cienci ficción que nos ha estado ocupando, sería provechoso que nos centremos en la idea de apropiación del cuerpo, de la desobediencia como acto de individuación por excelencia; acto que en el film termina confeccionando un símbolo de conveniencia para el Estado totalitario que cela a estas corporalidades oprimidas. El símbolo que estamos tratando de introducir aquí es: el vidrio roto como metáfora del suicidio. De una vez tenemos que decir que este vidrio comienza siendo un símbolo de la resistencia en el film, pero rápidamente se convierte en un símbolo más a conveniencia del Estado totalitario que se nos presenta ahí mismo, no obstante, reflexionemos primero ¿qué pasaría si por amor a la vida todas estas corporalidades alienadas decidiesen matarse?

Pues sería el fin de esta sociedad, pero si hay algo por lo cual estas corporalidades no lo habían pensado antes, es porque todavía había esperanza de ser “un personaje de primera”, esta aseveración que se eleva en el programa de Hot Shot que presenta el film es una metáfora bastante acertada de la idea de fama en nuestras realidades. Por ejemplo, en nuestras sociedades hay personas que prefieren omitir las depresiones que pasan las celebridades de Hollywood, precisamente porque estarían dispuestas a pasar por lo mismo con tal de ser también famosas, pero ¿por qué tanto escándalo por querer ser personas famosas o bien personajes de primera? ¿por qué para muchas personas al día de hoy sigue siendo una fantasía aparecer como figura pública para el goce de la vida de muchos? Bueno, parte de estas preguntas esperemos que se contesten en el siguiente apartado del ensayo.

Algunos actos de resistencia se convierten en actos de conveniencia
A modo de repaso recordemos algunos de los temas que se han venido exponiendo para así cerrar con una reflexión general de todo lo expuesto hasta aquí. Primero, hemos sentado las bases conceptuales que atraviesan todo este escrito que son: las relaciones de poder foucaultianas y el poder simbólico de Bordieu. Luego aseveramos que el poder simbólico se despliega a lo largo de las relaciones de poder que cimentan un régimen biopolítico y esto lo hace por medio de símbolos que hacen ver, creer y confirmar un discurso político como tal. Por último, analizamos los contenidos éticos/políticos del film, así como la producción de símbolos biopolíticos -por llamarlos de alguna forma- que se conjeturan en el mismo. En este apartado, en función de complementar lo anterior, atenderemos con un poco más de profundidad qué significa que el vidrio roto que en principio Bing Madsen utilizó como símbolo de libertad de su contexto opresor, terminó siendo un artefacto más al servicio del régimen que tanto juró criticar.

Al día de hoy hay discursos políticos que tuvieron una génesis lo suficientemente humanística como para significar una promesa de revolución, el mismo discurso del capitalismo se planteaba como algo que le brindaría autonomía no sólo económica sino social y cultural a las personas, sin embargo, no hay que ser marxista para intuir que el capitalismo es un sistema que requiere de explotación laboral. Es una idea muy simple, pero poderosa para lo que queremos construir aquí. Supongamos que hay alguien que sólo vela por sí mismo o misma ¿por qué debería seguir produciendo? ¿cuál es la razón por la cual esta debería levantarse de la cama y trabajar? Bueno, si hay un discurso lo suficientemente prometedor y seductor en la actualidad es el de la abundancia, el de la promesa o bien posibilidad para el proletario de convertirse en un burgués más. Quien tiene abundancia, tiene poder. Estamos en presencia de lo que comúnmente llamamos en Costa Rica y otros países latinoamericanos: “salir adelante”. Todos los empresarios, los magnates de la actualidad han “salido adelante” y eso es lo que quiere la gente, pero el punto aquí no es analizar si estas hazañas fueron ciertas o no, sino pensar en ¿cómo fue que se metió esta idea en el imaginario de las personas? Me parece que una forma un tanto acertada de explicarlo es mediante el poder simbólico y las relaciones de poder. Somos una sociedad que se cimenta en quienes controlan los medios de producción y determinan la estética simbólica imperante, al lado de, quienes resisten a estos embates con toda la esperanza de algún día ser como los anteriores. Sin duda, no es deseable aseverar que esto es un caso universal, pero aun cuando esto no es así, al menos explica un poco el por qué la idea de la fama-abundancia sigue siendo tan añorada por el imaginario colectivo.

Bibliografía
Bourdieu, Pierre. (2001). Poder, derecho y clases sociales. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Foucault, Michel (1979) Microfísica del poder. Madrid: La piqueta.

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