Hablar de comunicación con no comunicadores es extraño. Básicamente esa experiencia la tuve a raíz de un curso en que me tocó abordar la comunicación en un salón universitario de clases virtuales, donde se juntaron futuros profesionales de carreras como educación en inglés, música, archivística, economía, dirección de empresas, historia, ciencias políticas, trabajo social, sociología, ingenierías, odontología, enfermería, medicina, farmacia, promoción de la salud y microbiología.
Si aún entre colegas suceden sesgos, cómo no con personas que se han formado un criterio de la comunicación a partir de los exponentes públicos de ésta. Y es entonces cuando corresponde enfrentar visiones fragmentadas, o inclusive que se sobrevalore el alcance. Me refiero a sesgos como por ejemplo: si los periodistas tienen el poder de cambiar el criterio de las personas, si la publicidad es malvada, o las relaciones públicas solo comunican lo bueno. Como profesional en comunicación nunca me ha gustado separar las distintas ramas, y menos a las personas como los que hacen comunicados, los que escriben notas para medios, los que hacen anuncios, o los que organizan eventos, pero mucho menos, pensar en ella con superpoderes, así como tampoco como maquiavélica.
Como campo del conocimiento la comunicación tiene vertientes en la comunicación organizacional, la de marca, la corporativa, la social…. y todas son fundamentales, pero además, partes de un conjunto. Al final qué es la comunicación profesionalizada sino una herramienta para transmitir mensajes, llegar a audiencias, provocar emociones, y hasta generar cambios actitudinales, no en un principio, pero sí como un camino que se transita.
Si bien la docencia me ha gustado desde el día uno, enseñar de mi carrera a otras profesiones, fue un reto que me sacó de mi zona de confort, fácilmente los comunicadores acabamos hablando siempre de lo mismo, y enseñarles a chicos de las más diversas facultades, fue un reto que me ayudó a crecer como docente, y me sensibilizó sobre otras realidades.
Cerré el semestre con trabajos finales de temas trascendentes, fue un premio que jamás esperé al aceptar el reto. Pero primordialmente fue un aprendizaje mayúsculo sobre los intereses de los jóvenes universitarios de nuestros días. Cada grupo se organizó conforme a afinidades temáticas que se fueron desdibujando a lo largo del semestre, finalmente construyeron estrategias de difusión de un sitio arqueológico, prevención del bullying, fomento de la nutrición adecuada en deportistas, mindfulness, cómo afrontar la primera cita ginecológica, atención virtual en salud, educación política, autoaceptación del cuerpo, sensibilización sobre la existencia en Costa Rica de la trata de personas, prevención de la depresión en el adulto joven, educación vial y sostenibilidad.
Lo más rico del proceso fue explorar todas las posibilidades de la comunicación, estos chicos con sus primeros fundamentos, fueron capaces de preparar un podcast, construir personajes, concebir marcas, proponer congresos, articular alianzas para alcanzar objetivos, diseñar infografías, producir videos animados, construir comunidades en redes sociales, proponer festivales, decenas de tácticas innovadores y efectivas, porque fueron pensadas con objetivos claros, indicadores de logro, cronogramas y presupuestos, toda una experiencia para dimensionar el trabajo tras cualquier producto comunicacional que consumimos.
Gracias Mauricio, Carlos Daniel, Katherine, Abigail, Jose, Melanie, María, Gabriela, Diego, Alex, Marco, Maureen, Rebeca, Daniel C., Natalia, Angie, Samantha, Verónica, Anielka Melissa, Walter, Daniel S., Celeny, Debbie, Nazareth, Noelia, Josty Fabricio, Stacy, Mariana y Faith, por ser mis maestros.